sábado, 23 de agosto de 2008

Domingo 17 de Agosto 2008
Publicado por CRITICA DIGITAL - Buenos Aires



Meryl Streep habla de su trabajo en Mamma Mia!, un musical con canciones de ABBA


'MIS HIJOS ME PIDEN QUE NO CANTE'

Un episodio de Los Simpson bromeaba con la versatilidad de la actriz de África mía, catorce veces candidata al Oscar. Su nuevo film demuestra que es capaz de hacer cosas nuevas y de reírse de sí misma.

Cuando se menciona a Meryl Streep, lo último que uno puede pensar es que cante y baile música pop. Sin embargo, la estrella que se llevó el Oscar por dramas como Kramer vs. Kramer o La decisión de Sophie hace exactamente eso en Mamma Mia!, versión cinematográfica de un exitoso musical de Broadway donde la intérprete se dedica a versionar temas de ABBA, el más kitsch y célebre de los conjuntos pop que diera Suecia, referencia obligada a la hora de pensar en globos de espejos universales.

La Streep ya había probado brevemente la comedia musical en la soberbia introducción de La muerte le sienta bien, donde además se burlaba completamente del género. En Mamma Mia! la cosa va en serio.

El film narra la historia de una chica que no conoce a su padre. Los candidatos son tres hombres que pasaron sendas noches de amor con su madre (Streep), interpretados por Pierce Brosnan, Colin Firth y Stellan Skarsgaard, los tres también cantando, a su manera, canciones suecas. El film se estrena en la Argentina el próximo jueves y aquí la actriz explica por qué embarcarse en un proyecto tan atípico para su carrera.

–¿Cuándo empezó a interesarse en la música?
–Mi padre era pianista. En realidad era un empresario, pero le hubiera encantado ser músico. Compuso algunas canciones e hizo un musical con un amigo. Lo suyo eran las baladas románticas; no tenía temas bailables. Yo solía cantar con él al piano, igual que mi madre. Una vez le pregunté a ella qué le hubiera gustado ser, y me contestó “cantante de bares”. Se la pasaba cantando por toda la casa. Sabía la letra de todos los temas de los años treinta y cuarenta. A mis dos padres les gustaba la música; se enamoraron frente al piano. Eran gente grande: él tenía cuarenta cuando yo nací y ella treinta y cinco, que era bastante inusual por entonces. Ahora es lo habitual.

–¿Cuándo le empezó a gustar la música de ABBA?
–Me gustó siempre, pero consideraba que sólo era música para bailar. No conocía tanto las baladas, por ejemplo. La única vez que le presté la atención debida a ABBA fue cuando bailaba sus temas. Y con mis amigas siempre teníamos ABBA a mano cuando hacíamos gimnasia con esos hits de música disco. Pero no conocí una canción como Slipping Through My Fingers hasta que vi el musical en Nueva York, hace siete años. Ahí fue cuando me enamoré de Mamma mia! La primera vez que lo vi fue justo después del 11 de septiembre y estaba tratando de pensar qué hacer con mi hija de diez años y sus amigas: habían muerto siete padres de compañeritos de colegio, así que lógicamente estaban algo tristes. Pero había oído hablar de este musical que recién se había estrenado y me dijeron que era muy divertido, así que los llevé. ¡Al final del show los chicos estaban saltando y bailando en sus butacas! Además, a cada lado había señoras grandes bailando en los pasillos. Me sorprendió la fuerza del musical y pensé que era una gran medicina para el espíritu y el alma. Le escribí al elenco y se los dije.

–¿Es una cantante natural?
–No, seguro que no. Ni creo que sea parte de mi naturaleza. No es habitual que me pidan cantar, bailar o trepar edificios (se ríe). ¡Son cosas que no hago! Pero no me hubiera perdido esto por nada del mundo.

–¿Cómo le afectó emocionalmente la puesta teatral de Mamma mia!?
–Como madre de tres chicas, me pegó la manera en que las canciones pueden ser hiladas por un experto para contar una historia. Consiguen retratar todos los pasos que uno recorre cuando tiene chicos. Porque es una larga serie de despedidas, desde verlos entrar por primera vez al jardín de infantes hasta saludarlos cuando se van de viaje para dormir en hostels de Grecia, como yo hice en 1975. No me enamoré de nadie en la isla de Hydra, pero la chica que estaba conmigo sí: se enamoró de un marinero americano, que resultó ser una mala decisión. Me abandonó y yo no tenía idea de cómo manejarme sola en esos días. Pero mi viaje a Grecia igualmente fue genial.

–En su carrera hizo todo tipo de películas y personajes, ¿qué le enseñó de nuevo esta película?
–Salí de los teatros a mediados de los años setenta y creía que era una actriz de reparto que podía hacer muchas cosas. La variedad nunca me intimidada y a veces era protagonista y a veces la mucama. Me encantaba el desafío de hacer algo nuevo. Nunca tuve un personaje que fui pasando de una película a otra. No es mi entrenamiento y no es como opera mi imaginación. Me gusta ser estimulada y me encanta estar rodeada de gente que quiere tomar riesgos y probar cosas nuevas. Mamma mia! no parecía fuera del rango de las cosas posibles, aunque siempre hay territorios desconocidos cuando uno da el primer paso. Uno no sabe si toda esta gente logrará armar un buen trabajo y uno no sabe si la obra va a funcionar. Pero uno sueña que funcionará y que la experiencia será feliz y reconfortante.

–¿Cuál fue el desafío más grande que tuvo en este rodaje?
–Desde el vamos hubo una etapa de tres semana donde todos intentábamos aprender la canción Voulez-vous. Íbamos al estudio ocho horas por día y era muy complicado. En el camino nos hicimos muy amigos porque es el número más difícil de la película. Cada actor y bailarín estaba ahí para ensayarlo. Trabajábamos en un patio que no era muy grande, así que teníamos un espacio limitado. Muchos de nosotros no éramos bailarines. Había luces de discoteca, de esas que uno soporta por sólo una hora antes de salir de la discoteca, ¡pero aquí era durante ocho horas seguidas! Fue bastante intenso. Y en esas tres semanas nos conocimos todos. No es habitual que toda la gente involucrada en una película pase todo tiempo junta para una escena.

–¿Es cierto que grabó muchas de las canciones en una sola toma?
–Sí. Pero quizá fue porque descubrieron que después de tres o cuatro tomas quedaba muy desgastada. Al actuar me gusta hacer una sola toma. En general doy todo en la primera y si puedo elegir me quedo con ésa.

–¿Alguna vez consideró grabar un álbum propio?
–No es algo que me hayan pedido nunca, y soy del tipo de chica que le gusta sentarse y esperar que le pidan las cosas.

–¿Fue difícil hacer la transición entre las canciones y la trama en esta película?
–Creo que pudo ser un desafío para Phyllida Lloyd y el editor Lesley Walker, porque hay un punto en la película donde los personajes prácticamente dejan de hablar. Recuerdo que, cuando vi el musical en Nueva York, pensé que la obra realmente despegaba con Dancing Queen. Después de ese momento es irresistible. Me encantó cómo me atrapó del todo. Porque yo puedo ser un poco snob en algunas cosas y a veces voy a ver una obra pensando qué me va a mostrar, qué le aporta al mundo y si es algo que vale la pena. Pero Mamma mia! me sedujo por completo. Todo lo que se gesta en el primer acto, contando quiénes son estas personas y qué quieren averiguar, al final cierra perfectamente. Así que no se ven las costuras entre la trama y la música: es una sola cosa. Phyllida logró hacerlo con maestría y condujo todo hermosamente.

–¿A sus hijas les impresionó la idea que actuara con un ex James Bond como Pierce Brosnan?
–Mis hijas no han seguido mucho los films de James Bond. Estaban más preocupadas en cómo me veía en calzas y cómo eso afectaría sus reputaciones en el colegio. Además, realmente no aprecian mi forma de cantar. Creo que no soy la única persona que canta en su casa y los chicos piden que por favor se calle. Y aunque sabían que tenía que prepararme para una filmación, tampoco querían escucharme. Cuando eran más chicas era más extraño eso de tener una madre famosa con talento. Es algo que ocupa mucho lugar en la casa.

–¿Haría otro musical?
–¡Sí, seguro! Pero tiene que ser un gran guión, buenos actores y buenas canciones. El paquete entero tiene que ser bueno. Es lo que sucedió con esta película: fue lo más divertido que hice en mucho tiempo.

–¿Esta película le dio la oportunidad de jugar un poco con tu imagen?
–Quizá. Pero fue más bien la oportunidad de hacer muchas cosas que normalmente no me piden. El musical me gustó tanto cuando lo vi en el teatro que ésta fue una manera de devolverle algo. Iba muy contenta a trabajar todos los días, aunque al final de la jornada por poco tenían que ponerme en una carretilla y llevarme hasta casa. Nunca dormí tan bien durante un rodaje. Luego me despertaba y me entusiasmaba que hubiera otro día por delante. No es la manera como me despierto normalmente para ir a trabajar. Realmente creo que es un film que le da algo bueno al mundo. Es un aporte.

Los intrépidos suecos y su máquina de hits fílmicos

Revisar películas que tienen música de ABBA puede resultar agotador: son cientas. Sin embargo, no hay variedad de canciones de ABBA en las bandas de sonido. ¿Paradoja? No: el tema más citado, escuchado, bailado y parodiado del cuarteto sueco es esa perfecta joya pop de Dancing Queen.

En 1983, por ejemplo, John Carpenter hacía salir de la radio de Christine, ese auto poco amigo del pop, The name of the game. El auto se encargaba de cambiar la estación. En 1994, los australianos enloquecieron.

En Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, una de las drag-queens tenía como reliquia materia fecal de una de las chicas de ABBA conservada en formol, al tiempo que el grupo cantaba Mamma Mia! y Fernando. Sin embargo, en el mismo año, ABBA sería el estandarte perfecto de otro film de aquel país de canguros: El casamiento de Muriel. Toni Colette y Rachel Griffiths, antes de volverse famosas y hasta estrellas, entregaban emotivas versiones de –obvio– Dancing Queen, Waterloo, Fernando, Mamma Mia! y I do, I do, I do.

La versión de Waterloo, copiando cada paso del clip original, es todavía hermosa, graciosa y emotiva. Después fue Spike Lee, que usó dos temas suecos –entre muchas otras canciones del rock y del pop– para pintar el final de los años 70 en su cuasi épica S.O.S. verano infernal. Quedaban bien y contrastaban con el clima de amenaza que se vivía en la Nueva York paranoica por la presencia de un asesino serial.

Pero, evidentemente, por eso de que Dancing Queen es uno de los temas favoritos de la comunidad gay, la canción sigue recorriendo películas como Yo los declaro marido...y Larry, donde se flirtea con el tema. La última película donde se escucha a ABBA –Mamma Mia! aparte– es Superagente 86. Pero, en rigor de originalidad, optaron por Take a chance on me. Un buen repertorio para el primer grupo que protagonizó una película sobre sí mismo, ABBA, la película, debut pecaminoso del luego nominado al Oscar Lasse Halström.

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